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Foto del escritorAnii Montoya

Lecciones De: Cocina, Para: Mí

No tengo mucho que enseñarte yo sobre cocina, pero ella, definitivamente me está enseñando mucho a mí. Aquí te platico un poco de los tesoros de este viaje.



Cada cierto tiempo me gusta rotar y descubrir nuevas maneras de cuidar mi cuerpo, mente y alma. He tenido rachas de todo y me gusta ir añadiendo técnicas nuevas a mi caja de herramientas para “resetearme” cuando las circunstancias lo ameritan. No es que me aburra ni que no pueda mantenerme en alguna. Simplemente lo veo de esta manera: supongamos que un día, en el trabajo, tengo una interacción frustrante o difícil y necesito recalibrar; si mi única herramienta de manejo de emociones es salir a la naturaleza, tal vez esa herramienta no me va a ser funcional en esa situación particular. Por eso me gusta explorar nuevas. Las he ido encontrando en yoga, en meditación, en terapia, pilates, mi clase de biblia, cursos, etc. Mi terapia ahorita es la alimentación. Empecé a ir con una nutrióloga que conocí por un amigo, y su testimonio me hacía sentir mucha confianza de que podía ser compatible conmigo (¡1er pista importante!).


Ya he intentado trabajar con profesionales de nutrición antes y no había tenido resultados que me hicieran sentir que mi dinero estaba en el lugar correcto.

Había muchos más factores que me impedían progresar (disposición, recursos, decisiones de compra, espacio, etc.) además de sólo el nutriólogo pero ayuda mucho sentir el vínculo con el profesional. Mi transformación es tan grande que me atrevo a llamarla Conversión. Este post es para compartir contigo todos los descubrimientos tanto físicos como emocionales y mentales que han nacido de este viaje.

Antes de empezar, es importante que sepas un disclaimer:

No es un post para hablar de pérdida de peso porque 1) no quiero contribuir a la cultura que me ha hecho acomplejarme tanto a mí y a tantos seres humanos 2) no es, ni remotamente, lo más significativo de mi proceso, 3) es una consecuencia natural de cuidar mi cuerpo de manera informada. Si te interesa saber más sobre eso o el ejercicio con el que complemento mi alimentación, escríbeme y con gusto te platico.

También, debo admitir que, antes de empezar a trabajar con la nutrióloga, yo ya había hecho camino sin planearlo escuchando un podcast que cambió totalmente mi mentalidad sobre ejercicio, alimentación, suplementos alimenticios y todos los mitos que hay sobre la pérdida de peso y cultura de la alimentación. Eso me hizo ir adoptando cambios de hábitos que hicieron de mi trabajo con la nutrióloga una transición mucho más sencilla. Ejemplo: ir buscando alternativas de lácteos, de endulzantes, de tipos de aceites, de sal, aderezos y todas esas decisiones que se originan desde la compra, no desde lo que tomo del refri. Todo esto basado en investigaciones científicas (que el podcast compartía), no en influencers, en consejos de boca en boca, ni anuncios de Instagram. Considero que, pasando esa barrera mental y esa adaptación del paladar, los siguientes cambios (rutinas, preparación, estrategias de anti sabotaje, etc.) son viables y sostenibles.

Ahora sí, a lo que nos truje:


1. Entender (Lee eso de nuevo… realmente ENTENDER) qué entra a mí y qué consecuencias tiene.


Parte de lo que más me gusta de trabajar con mi nutrióloga es que para todo hay un por qué. Y es un "por qué" que me hace sentido. Mis cambios son por convicción porque comprendo la causa y efecto; y porque soy un poco antisistema jajajaa si entiendo que algo está fabricado para hacerme comerlo… por contreras, me es más fácil no darle el gusto a la industria alimenticia. También, como dicen las escrituras:


“Todo está permitido, pero no todo me hace bien”. 1 Cor. 10; 23

Puedo empacarme 4 rebanadas de pizza, pero ya sé que me va a dar una colitis tremenda y el efecto placentero ya no dura lo mismo que antes. Puedo elegir palomitas sobre fruta al ver mi serie en la noche, pero el sodio me va a inflamar como un pez globo. Poco a poco voy eligiendo en función de costo/beneficio. Y, desafortunadamente (o afortunadamente... como lo quiera ver) la edad va jugando un rol importante en esa balanza. Con este trabajo personal, casi de inmediato noté cambios importantísimos en mi organismo. Colitis completamente controlada (me inició en enero), acné en la espalda erradicado (llevaba con eso todos los veranos desde hace tal vez 10 años), un problema de cabello graso que ya llevaba alrededor de 2 años literalmente haciéndome llorar y probar de todo (todos manifestaciones de estrés y desbalance de diferentes caras).

2. Hazlo ECO-nsciente


Desde hace un par de años empezó a despertar en mí un deseo de contribuir de forma mucho más activa al cuidado del medio ambiente. Es imposible separar el cuidado de tu cuerpo del cuidado del hogar humano. Naturalmente, cuando cuidas tu alimentación, asegurándote de hacer las cosas tú misma(o), partir de productos sencillos, ingredientes simples y no procesados, se presenta la oportunidad de consumir muchos menos desechables, plásticos y envolturas. Se presenta de forma más evidente la oportunidad de consumir a granel con tus propios recipientes. Es inevitable considerar cosechar tus propios vegetales cuando los consumes tanto y tan rápido y, por consecuencia, iniciar una composta. El consumo consciente y justamente proporcional de proteínas de origen animal, inevitablemente tiene un impacto positivo en el ambiente. No quiero decir que comer saludable es igual a cuidar el ambiente, porque es sumamente tentador comprar la espinaca pre lavada y empacada, la lechuga cortada, etc. Sin embargo, sí debo reconocer que hay algo de sentido de corresponsabilidad en ese proceso, al menos para mí. Si emprendes vuelo en esto, sería genial que lo consideres también.

3. Efecto Vegano (sigue leyendo, jajaja no es lo que crees)


¿Alguna vez has tenido esos encuentros con personas veganas que te hacen sentir ganas de abofetearlas con… una almohada(en el mejor de los casos jajaja)? ¿Esas conversaciones de las que se han hecho tantos memes que te hacen sentir que toda tu vida está mal y que te vas a ir al infierno alimenticio? Bueno, este proceso me ha hecho entender tantas cosas de este grupo de personas. Y, no es que me esté volviendo vegana, ni mucho menos, pero hay una verdad fundamental aquí. El veganismo es, innegablemente, un estilo de vida con muchísimas limitaciones.


Y, si algo sabemos del ser humano, es que cuando se le restringen recursos, emerge la creatividad e innovación en su máximo esplendor.

Y, a esta tendencia popular, le debo toda mi gratitud por esa manera de recrear el sabor, textura y experiencia de algo que tanto nos gusta, pero que realmente TE NUTRE!! Hay una sensación de victoria inexplicable cuando en tu rinconcito del universo, en tu cocina, con tus habilidades limitadas (hablo por mí) puedes crear un platillo que te da exactamente el mismo placer y experiencia que otro que habría causado muchos más daños (inflamación o malestar en el menor de los casos, diabetes, hipertensión, cáncer en los casos acumulativos).



Pollo frito/no frito y arroz de coliflor

Ahora entiendo por qué esas personas no se pueden callar al respecto. Después de que serví a unos invitados (que no acostumbran cenar más que un bocadillo) unas flautas que no podían parar de servirse me sentía INVENCIBLE. Flautas fue mi manera de solucionar la cantidad, pues cada quien puede servirse las que deseen. Pero el secreto fue que yo hice las tortillas sin gluten (con avena y claras), las freí sin una gota de aceite, en aire caliente y, yo cocí y preparé el pollo con ingredientes totalmente naturales. Cuando mi invitado dijo que no podía entender por qué estaban tan crujientes sin usar aceite, sentí eso que creo que deben sentir los veganos al transformar lo más simple en lo más sustancioso y cuidadosamente formulado para aportarles todos los nutrientes que no reciben de los alimentos que evitan. Si bien, no me hizo considerar adoptar el veganismo, en el peor escenario, me hizo sentir más empatía por este grupo y eso siempre me va a hacer mejor ser humano.

4. El más puro estado de meditación


No hay un solo momento del día en el que yo pueda apagar mi cerebro. Cuando hago ejercicio, en cada pausa del circuito, voy revisando lo que me toca desayunar y planeo el orden en el que será más rápido prepararlo o grabo por voz mis pendientes del día. Antes revisaba correos en la caminadora o escuchaba ted talks en la regadera porque odiaba que fuera tiempo "no productivo" (la eterna trampa de creer que hacer cosas por ti no aporta a tu vida, pero ese es otro tema). Haciendo yoga, pensaba en qué frutos iba a tener este ejercicio en el siguiente encuentro que tuviera con alguna persona al terminar. Sentarme a meditar… bueno el chiste se cuenta solo. No hay nada de malo en el multitask. El problema es cuando hay momentos en los que realmente quieres parar y callar al mundo pero no sabes cómo.


La cocina es un espacio sumamente intimidante para mí. Me ha dado muchos baños de humildad a través de mi vida y lecciones aprendidas por las malas.

Es por esto, que cuando entro en esta zona, necesito todos mis sentidos trabajando para no arruinar las cosas y desperdiciar comida; que es una de esas cosas que imprimen en tu ADN como si marcaran al ganado. Cuando cocino, es literalmente EL ÚNICO momento del día en el que solo tengo disco duro para estar presente. En mi cabeza no se oye nada más que "lavar, lavar, lavar, rallar, rallar, rallar, cortar, cortar cortar, agua, fuego medio, tapar…" Al principio no podía ni siquiera poner música porque era un intruso en ese santuario y espantaba a las musas de la cocina jajajaja.


El regalo de la quietud, de la mansedumbre de pensamiento, de la brillantina asentándose en el fondo de la bola de cristal es algo por lo que le estaré eternamente agradecida a este proceso.

5. ¿Who is she? (Irreconocible)


No es raro que en este espacio hable de manejo y convivencia diaria con ansiedad, perfeccionismo y control. En este rubro de mi vida ese control se manifestaba en la repostería. Era la única categoría donde alguien como yo tiene un terreno parejo para competir (¿con quién? Ni idea). Donde haciendo exactamente A, B, C… N iba a tener el resultado esperado (toma tu estrellita, Anii… otra cosa perfecta). Puede que esto suene muy exagerado pero, si supieras las trivialidades que me han hecho llorar cuando había intentado cocinar antes, sentirías el mismo refugio que me daba la estructura de una receta de brownies. La repostería es una ciencia exacta, es química, física y mecánica. Es cuadrada. Y es disfrazada de arte y creatividad cuando la decoras. *Suspira* aaah… música para mis oídos.


La cocina es OTRO MUNDO. Cocinar es despreocupado, rebelde, libre y forzosamente debe ser flexible y adaptable a las circunstancias. Es el hippie de la familia. Si bien, puedes seguir una receta al pie de la letra, siempre hay sutilezas que pueden hacer que, en el mejor de los casos, no sepa como esperabas; y en el peor, se arruine por completo. *heavy breathing* Las instrucciones jamás me hacían sentido: "al dente, a punto de hervir pero que no hierva, 3/4 de cocción, una pisca.." y el más atroz de todos "AL GUSTO". ¡AAAAAAAAAH QUIERO AL GUSTO DE QUIEN ESCRIBIÓ ESTA RECETA! Quiero saber exactamente cuántas vueltas le dio al pimentero, la capacidad de almacenamiento de sal entre su índice y su pulgar, el volumen de gas emitido por la hornilla de su estufa. Pero la cocina no es así. Y no hay como atreverse a fallar. Con la certeza de que así será, más de una vez. Been there. ¿Sabes lo poético que es trasladar esos encuentros a una vida desesperadamente regida por la cantidad de cosas que quiero tener en mi control? Es el regalo de ser libre. De tolerar el fracaso. Aunque sea solo unos minutos de mi día. Suficientes para darme el valor de intentarlo en otros escenarios también.

Y, para pintar más clara la imagen de este hallazgo, te cuento. La semana pasada me tocó preparar un pescado a la veracruzana que habré comido dos veces en mi vida pero creía tener una idea de cómo se veía. Solo que, esta vez, no tenía una receta muy explícita de la nutrióloga. Entonces busqué en Google una imagen rápida con la intención de recordar y tal vez elegir una receta. Pero, en lugar de eso, vi la imagen y cerré el buscador. *Click*. Mi cuerpo empezó a tomar ingredientes, a mezclar, a cortar, licuar y preparar una salsa que vertí en el pescado como si la memoria de un antepasado hubiera tomado posesión de mí. Y sin darme cuenta, terminé. La probé y sonreí. Había, por primera vez… improvisado. Victoria. No solo no morí en el intento, sino que disfruté el proceso y el resultado. Yo no sé cómo le llames tú a eso pero yo solo puedo pensar en Conversión.




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